Un día, no hace mucho, el sol brilló con más fuerza de lo habitual, y lanzó sus brazos hacia mi, estrechándome fuerte pero suavemente y alzándome por encima del mundanal ruido conduciéndome a un lugar donde la paz me invadió por completo sumiéndome en un bienestar que jamás había sentido. Estaba nadando entre nubes de algodón, donde todas mis preocupaciones se desvancecían y las veía alejarse hasta que mi vista ya no podía ni siquiera intuirlas. Me sentía el centro del Universo, quería quedarme siempre allí, dando vueltas, reconfortado por el calor sus brazos, y entregándole todo mi ser. Pero tan fuerte fue el abrazo, que sus brazos se cansaron y empezaron a soltarme. Yo intenté agarrarme, pero mis manos eran etéreas y no conseguía dejar de caer. Finalmente, mis pies se posaron bruscamente sobre la Tierra , y volví a encontrarme como antes, caminando, solo, esperando que los caprichos del destino no vuelvan a ser tan crueles, mostrándome los placeres de la existencia durante unos breves segundos y después soltarme donde me recogió. Pero sigo vivo, sigo caminando, y tal vez pronto pueda subir otra vez y quedarme...
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Caminaba absorto en sus pensamientos, ignorando por completo el universo de colores que se desplegaba más allá de los límites de su razón. Pero ese día cambiaría todo. Ese día, al alzar la mirada, se encontró con que la ninfa más preciosa que ningún hombre haya visto jamás, estaba frente a él, mirándole. Su mirada penetró hasta lo más profundo de su ser, invadiendo todas y cada una de sus células, quedando irremediablemente cautivado. Tenía unos ojos marrones intensos y expresivos, que lo tenían totalmente hipnotizado, caminando sin apartar la mirada y sintiendo, a cada segundo que pasaba, como sus dos espíritus se fundían en uno solo.
No obstante, la ninfa necesitaba volar. Sus alas no podían estar inactivas, pues corrían el riesgo de marchitarse, a pesar de que cuando los dos se juntaban, sentían una placidez como nunca antes habían sentido.
El vínculo está creado, ella revolotea alegremente a su alrededor, y él sigue andando, feliz por verla tan contenta y tenerla tan cerca, no sin encontrarse, de vez en cuando, con un sentimiento de frustración por no poder fundirse en un abrazo eterno y seguir juntos el río hasta el océano de la tranquilidad, donde nada podría destruir su felicidad..
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"...A veces se tiene la certeza de que los únicos sentimientos válidos son los propios, pero hay tantas maneras de percibirlos como personas hay en el Universo. Por eso, lo importante es canalizar bien las emociones que uno recibe para proteger a los seres queridos, para mantenerlos cerca de su vida.
En ocasiones, la vista se nubla, y toda la energía positiva, que debería emplearse para conservar fuertes los lazos de unión con una persona afín, con la que quieres mantener una proximidad duradera, se vuelve en contra y los efectos son justamente los contrarios.
Si los sentimientos son verdaderos, el conflicto generado será intenso, pero así mismo servirá de aprendizaje, de recordatorio de por donde no se debe encauzar nunca un vínculo si no se quiere romper para siempre..."
Después de leer estas palabras, él se dio cuenta que era eso precisamente lo que le había pasado. Y tomó la determinación de aprender de una vez por todas. No quería que el lazo creado entre la ninfa y él se rompiera, y estaba totalmente seguro que la unión entre ellos era auténtica y sobreviviría. Pero no a base de laberintos, sino de sinceridad y estima mutua.
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Recuerdo todos los sitios donde nunca estaremos, todas las sonrisas que no compartiremos, todas las caricias que no podré darte, todas las mañanas que no despertaremos juntos y todas las lunas que no veremos. Cada roce de tu piel que no sentiré y cada beso que no te daré. Todas las cosas que no te contaré y aquellas que no podré escuchar...
Hay un botón en lo más profundo de mi corazón, al que sólo puedes llegar tú, y si dijeras las palabras adecuadas, todos estos recuerdos que nunca han pasado, darían paso la mejor de las realidades.