Mi piel se ha bañado en el mar de los duendes inmortales, he respirado el aire del país donde los sueños no tienen colores ni forma, allá donde no llegan los oscuros rayos que contaminan la realidad con falsas promesas de felicidad distorsionada.
Llegó sigilosamente mientras dormía. Me envolvió con su alma de seda y me trajo dulces frutos de su jardín. Cuando el Sol se despertó se la llevó con ella, pero no pudo llevarse las palabras de terciopelo que había dibujado en el aire.
Y siguen allí, brillando delante de mi, cada noche, despidiéndome antes de cerrar los ojos y sumergirme en el infinito.