El árbitro invisible ha pitado el final. Ha sido una partida interesante, llena de movimientos estratégicos que a veces no comprendía. El centro del tablero, donde todo empezó, quedaba ya muy lejos. Las piezas se movían hacia el borde exterior, algunas cayeron y se precipitaron hacia la nada, pero la Reina aguantó firme su situación, esquivando los intentos de jaque sin acercarse demasiado al precipicio, bien protegida por su Rey, haciendo prácticamente imposible una victoria rival.
No hubo tiempo para más. Ahora el tablero ha desaparecido bajo mis pies y a mi alrededor sólo hay ojos en los que no confío y pensamientos que no entiendo.
Busco los hilos que me lleven a otro escenario, donde empezaré un nuevo juego, un nuevo desafío, pero el objetivo será el mismo...