Cuando te vayas no olvides cerrar la puerta. Una pequeña rendija basta para que ilumines el cuarto azul. Dulce tortura escuchar tus movimientos y compartir canciones y miradas. Haces que el tiempo se detenga y el círculo se parta, juntando nuestras manos. Si éstas pudieran plasmar una mínima parte de las sensaciones que me provocas, ríos de colores que nunca has visto aparecían ante tí.
La única manera de sellar la puerta es que leas en mis ojos lo que mis labios no se atreven a decir.
Cada vez que mi nave se acerca queda atrapada por su campo de energía, y nada puede evitar que vaya a la deriva, orbitando a su alrededor. El paisaje es precioso desde aquí. Me gustaría bajar a la superficie, explorar cada rincón, llegar hasta el centro de su alma y quedarme allí para siempre. Los sensores no funcionan, y si intento atravesar el escudo corro el riesgo de ser arrojado, como un cometa, al otro extremo de la galaxia. Desde mi posición actual ya lo he visto todo, y aunque me gusta, quiero ver más. No tardaré en cerrar los ojos y buscar un sitio donde aterrizar.
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