Sigue ahí. Paseando por el laberinto de mi mente, detrás de una esquina sin señalizar. No sólo la acabo de ver, sino que ha salido corriendo, y yo, con losas en los pies y las alas adormecidas, no he podido seguir su estela. Ha penetrado en la habitación prohibida, a pesar de que arrojé la llave hace tiempo. Ha accionado todos los controles posibles y me ha expulsado de mi propio sueño martilleandome con sus ojos etéreos. Cada vez quedan menos meandros, y tendrá más difícil esconderse. La próxima vez que intente perturbar mi viaje, le mostraré amablemente el camino de salida.
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