17 de des. 2013

Cosmic Walker and The Holy Grail

Pocas leyendas existen que hayan llenado tantas páginas y creado tantos debates a lo largo de la historia como la búsqueda del Santo Grial. 
Desde que los caballeros del Rey Arturo abandonaran Camelot, dedicando el resto de sus días a tan encomiable tarea, han sido muchos, a lo largo de siglos, quienes han seguido su ejemplo y puesto todo su esfuerzo en encontrar tan preciado objeto. 

Pero, ¿es realmente un objeto físico el preciado cáliz? Desde mi punto de vista, la respuesta es no. Y todo aquel que trate de encontrar una copa, ya sea humilde u ostentosa, fracasará estrepitosamente y verá como sus días en este mundo se acabaran sin haber llegado a cumplir su anhelo. Aquellos que busquen el recipiente con el que Jesús compartió la última cena, deberían hacerlo en la literatura o el cine, donde seguro que tendrán más éxito que en la vida cotidiana. Hay que tener en consideración que el mensaje que predicó Jesús está totalmente desnaturalizado, manipulado y tergiversado por la misma iglesia católica que lo define como el mesías. Una iglesia aferrada a un poder misógino, intolerante y vengativo, que quiere imponer su verdad por encima de todo y de todos.

Pero las cosas no siempre han sido así. Hubo una época, mucho más extensa en el tiempo, en que los guardianes y transmisores de la sabiduría eran los Druidas y las Sacerdotisas las máximas representes de la Diosa en la Tierra. Sus enseñanzas nos hablan de equilibrio, de igualdad, de armonía, de conexión con la Naturaleza y el Cosmos. Nos enseñaron que ningún Dios merece un templo construido por el hombre, el único templo verdadero es la Naturaleza. Nos enseñaron a respetar y convivir con la Tierra, nuestra Madre y Hermana. Y es a Ella únicamente a quien debemos honrar y dar las gracias, porque nosotros somos parte de Ella, de la misma manera que una parte de Ella está en nosotros.
Eran tiempos donde la parte femenina de la creación dominaba la realidad y las gentes rendían culto a la Diosa, respetando y aceptando todos sus aspectos como parte del Dios Únic@. Entonces llegaron los católicos y, aunque al principio hubo una coexistencia más o menos pacífica y respetuosa, pronto empezaron a imponer su culto, a criminalizar las creencias paganas, a inventarse demonios para atemorizar a la gente, a talar bosques para construir iglesias... No fueron capaces (ni lo son) de respetar otras creencias, para ellos sólo existe su realidad, y así fue como la Diosa empezó su forzosa retirada de la realidad. Con el tiempo, los dos mundos se fueron separando y hoy poca gente recuerda que hubo un tiempo en que el velo entre lo etéreo y lo físico era muy tenue.

Es en este contexto cuando surge la leyenda del Grial. Con la gran mayoría del pueblo y de la corte cristianizada, el último paso de los obispos para correr el velo de la ignorancia era profanar el culto a la Diosa. Pero con la ayuda de sus Sacerdotisas, Ella consiguió emitir su penúltimo aliento, iluminando a todos los que en ese momento se encontraban en Camelot. Una iluminación que sin embargo, fue mal entendida, y en lugar de ayudar al mantenimiento del antiguo culto, provocó que los mundos se separaran definitivamente y la Diosa cayera en el olvido.

Así pues, aquel que pretenda tener éxito en la búsqueda del Grial, en la única dirección en la que debe concentrarse es en la que le lleve a su interior. Porque el éxito consiste en volver a conectar con la parte femenina que nos han hecho olvidar, en encender la chispa divina que tenemos adormecida en nuestro interior. Y, cuando seamos suficientes Griales, Ella regresará...


19 de set. 2013

The Wall

El Universo es una unidad perfecta, un espacio donde todo existe, donde todo fluye en orden y armonía. Sin muros, sin divisiones. Pero cuando partimos de la Gran Fuente y empezamos a construir nuestro camino terrenal, el que nos llevará de vuelta a nuestros orígenes, nos encargamos de levantar muros a nuestro alrededor. Son etéreos, pero los sentimos como la roca más densa, y adoptan cualquier forma o idea que limite nuestra visión. No podemos ignorarlos, pero tampoco tratar de derrumbarlos por la fuerza. 
Yo puedo ver a través del muro que circunda mi camino, ya sea cuando adopta forma humana, ya sea cuando no es más que un pensamiento en mi mente. Hay Luz al otro lado, y cada vez que la encuentro, la despiadada pared escupe una oleada de energía que puede dañar, pero que yo intento transformar y asimilar. Sólo así puedo crecer y elevarme sobre él. Así, observando las huellas que he grabado en la arena, tapando los pozos que he tenido que saltar, es como he comprendido que su fin no es limitar, sino alimentar el conocimiento, ofrecer experiencias que nos fortalezcan mientras avanzamos, ayudarnos a ver más allá de nosotros mismos y a expandir nuestra conciencia. 
Cuando entendemos que los muros no son obstáculos tenemos la fuerza para derribarlos. Y eso sólo lo podemos hacer mirando hacia adelante.