22 d’abr. 2019

La Distancia Adecuada


Aqui estoy. Es lunes de pascua y por la ventana de mi habitación un cielo gris me saluda con su habitual melancolía. Cierro el libro que estoy leyendo y hago girar el disco, gris como el cielo, para que la melodía de las palabras recién leídas impregne el aire que respiro. Me abandono al son de la música y dejo que mi mente abandone el cuerpo y se eleve, flotando entre las notas que un día escribiste. Nadando entre corcheas, me sumerjo en las páginas que aún tengo entre mis manos. El cielo ya no es gris. Es verano y yo soy muy joven. Tengo la mirada perdida en el agua de una piscina huérfana de bañistas. Observo como las pequeñas olas mecidas por la brisa juguetean con los reflejos del sol, formando un precioso cuadro abstracto sobre la superficie del agua. Fue entonces cuando apareciste. Tu voz me sacó de mi ensoñación, devolviéndome a una realidad en la que todos los sonidos tenían tu forma. Estuviste conmigo todo ese verano, pero el otoño llegó y se llevó consigo tu voz y tu presencia. Las ondinas, tristes al ver como olvidaba el regalo que me hicieron, nublaron mis sentidos y tu recuerdo quedó enterrado en mi memoria. Así deambulé largo tiempo, transitando entre rocas y arenisca, con piedras en los zapatos que me anclaban a la tierra, y con la mirada fija en el asfalto. Mucha fue la distancia recorrida -la adecuada seguramente-. Tanta que las piedras se fundieron y lentamente empecé a alzar la mirada y el vuelo. Y allí, con los pies en el suelo, pero con la cabeza en las nubes, un hada se acercó a mi y me devolvió tu recuerdo. Esta vez fue en forma de imagen. Apareciste en la pantalla de mi ordenador y un seísmo de emociones me conmocionó. El epicentro se hallaba en lo más profundo de mi ser, y desde entonces, cada día afloran nuevos recuerdos y nuevas sensaciones, como si nunca te hubiera olvidado, como si siempre hubieras estado conmigo y yo no podía verte. Las cosas siempre suceden en el momento adecuado, cuando uno está preparado para asumirlas. Yo necesité años para poder valorar y asimilar toda tu fuerza. Ahora vuelvo la mirada interna hacia atrás y siento que siempre has estado ahí, esperando el momento de hablarme, esperando que abriera los ojos de mi alma. Llevo tus canciones grabadas en mi esencia, y tienes la hermosa capacidad de tocar las teclas invisibles que existen en lo más profundo de mi ser. Y Con cada escucha sigo descubriendo nuevas sensaciones que me ayudan a conocerme un poco mejor. 
Aquí estoy. Es lunes de pascua y por la ventana de mi habitación la luna llena me trae recuerdos olvidados que ya nunca volarán sin mi.

Gracias infinitas, C