Aqui estoy. Es lunes de pascua y por la ventana de mi
habitación un cielo gris me saluda con su habitual melancolía. Cierro el libro
que estoy leyendo y hago girar el disco, gris como el cielo, para que la
melodía de las palabras recién leídas impregne el aire que respiro. Me abandono
al son de la música y dejo que mi mente abandone el cuerpo y se eleve, flotando
entre las notas que un día escribiste. Nadando entre corcheas, me sumerjo en
las páginas que aún tengo entre mis manos. El cielo ya no es gris. Es verano y yo
soy muy joven. Tengo la mirada perdida en el agua de una piscina huérfana de bañistas.
Observo como las pequeñas olas mecidas por la brisa juguetean con los reflejos
del sol, formando un precioso cuadro abstracto sobre la superficie del agua.
Fue entonces cuando apareciste. Tu voz me sacó de mi ensoñación, devolviéndome
a una realidad en la que todos los sonidos tenían tu forma. Estuviste conmigo
todo ese verano, pero el otoño llegó y se llevó consigo tu voz y tu presencia.
Las ondinas, tristes al ver como olvidaba el regalo que me hicieron, nublaron
mis sentidos y tu recuerdo quedó enterrado en mi memoria. Así deambulé largo
tiempo, transitando entre rocas y arenisca, con piedras en los zapatos que me
anclaban a la tierra, y con la mirada fija en el asfalto. Mucha fue la
distancia recorrida -la adecuada seguramente-. Tanta que las piedras se
fundieron y lentamente empecé a alzar la mirada y el vuelo. Y allí, con los
pies en el suelo, pero con la cabeza en las nubes, un hada se acercó a mi y me
devolvió tu recuerdo. Esta vez fue en forma de imagen. Apareciste en la
pantalla de mi ordenador y un seísmo de emociones me conmocionó. El epicentro
se hallaba en lo más profundo de mi ser, y desde entonces, cada día afloran
nuevos recuerdos y nuevas sensaciones, como si nunca te hubiera olvidado, como
si siempre hubieras estado conmigo y yo no podía verte. Las cosas siempre
suceden en el momento adecuado, cuando uno está preparado para asumirlas. Yo
necesité años para poder valorar y asimilar toda tu fuerza. Ahora vuelvo la mirada
interna hacia atrás y siento que siempre has estado ahí, esperando el momento
de hablarme, esperando que abriera los ojos de mi alma. Llevo tus canciones
grabadas en mi esencia, y tienes la hermosa capacidad de tocar las teclas invisibles
que existen en lo más profundo de mi ser. Y Con cada escucha sigo descubriendo
nuevas sensaciones que me ayudan a conocerme un poco mejor.
Aquí estoy. Es lunes de pascua y por la ventana de mi habitación la luna llena
me trae recuerdos olvidados que ya nunca volarán sin mi.
Gracias infinitas, C