No lo sabía, pero de alguna manera siempre te estuve buscando. Te busqué en otros cuerpos, en otros ojos. Ciertas miradas me confundieron y algunas voces me engañaron.
Pero toda confusión se desvaneció en el instante en que tu mirada se clavó en mí y tu voz se deslizó hacia las profundidades de mi alma. En ese momento se abrió el cofre donde dormían sentimientos largo tiempo olvidados.
Lentamente, como granos de arena escurriéndose por mis dedos, fui recordando. Para cuando el último grano dejó mi mano desnuda, ya era demasiado tarde.
Tanto me abrumó tu luz que no supe encontrar ni el camino ni el momento, lanzándome de cabeza hacia tu centro, sin protección, mostrándote todo mi ser, lo que provocó una explosión emocional que te proyectó a mil kilómetros de mi.
Ahora me toca vivir con todos los recuerdos y con tu presencia iluminándome permanentemente, esperando que, igual que un boomerang, vuelvas a acercarte, ya que los lazos que nos unen están tejidos con la fuerza de la eternidad.
Ahora lo sé, ahora me acuerdo. Y si he esperado una vida, puedo esperar un poco más.